jueves, enero 25, 2007

Adaptógenos tipo A

Ni Rilke estaba tan deprimido como yo cuado escribió las Elegías de Diuno. En este estado no se puede escribir. Ahora lo intento y veremos qué sale. Para no pensar y seguir en mi individualismo máximo, fui a hacer cosas que jamás hago, como por ejemplo lavar el auto. Entonces, ahí estaba yo con la manguerita sintiéndome ridícula aunque nadie se fijara en mí. Saqué la capa de tierra de hace seis meses y cuado me subí sentí la estúpida sensación que deben sentir los que el domingo se plantan pantalones cortos y hawaianas y con esa pinta lavan el auto. Como decía, al subirme al auto todavía estilando, me sentí mejor. Algo parecido a una dignidad ciudadana. Estamos repletos de esquemas sin sentido, pensé, quizá cuántos que no me detengo a pensar. Hace unos días sostuve una conversación con un médico sobre los adaptógenos y comprendí que la ciencia lo tiene claro; es necesario buscar soluciones químicas de adaptación para vivir en las ciudades, para entablar relaciones, para comprar el pan, para no asesinar a los automovilistas. Es decir, las estructuras sociales, económicas, políticas, mercantiles, nos condicionan a actuar de manera antinatural, jamás siguen el curso de los pensamientos ni menos el de las emociones, ese es mi eterno problema. Supongo que es la influencia de haber crecido en el campo. Pensé que la historia demostraría que todo esto es un gran invento y que hemos dejado que la organización social nos devore el alma. Los griegos fracasaron, cómo no lo vi antes. Detesto tantas cosas, que me transformo en una especie social amargada con humor negro. Imposible estar de acuerdo. Estás a favor o en contra. Aunque a veces, es recomendable unirse y, desde ahí, el boicot permanente. Claro, eso sí, jamás con hawaianas.

viernes, enero 12, 2007

Masurca Fogo

No soy entendida en danza contemporánea, pero sí me causa un profundo placer estar en su público. Admito que he aprendido a verla, como todo, hay que cultivar el paladar, afinar el ojo, el pulso para fascinarse al estar frente a un espectáculo de buena danza contemporánea, como Masurca Fogo de Pina Bausch, que ayer repletó el Teatro Municipal de Santiago y que al termnar la función, todos aplaudimos de pie por más de diez minutos. Sorprendente, compleja de una manera simple, una narración que apela a las emociones con una estructura delirante y más a medida que se va descubriendo. Una narración alejada de la literaria y del cine, incluso de la dramaturgia. La obra se sumerge en la acribia de un tema que nunca alcanzamos a descifrar, pero que intuímos desde la cantidad de emociones que se nos diaparan. Una forma simplemente exquisita, sin esa noción de sinópsis, que se da el tiempo para remecer con humor, ironía o con la eterna y sugerente duración de una canción mientas un pequeño balanceo llena el escenario. La técnica, subyace solapada en la puesta en escena, los bailarines se mueven como dioses; hacen lo que quieren. Pina Bausch recoge en Masurca Fogo el sentir vernáculo de muchas ciudades como Lisboa, Caracas, Santiago, Sao Pablo, de muchas partes y de cada una en especial. Los bailarines hablan en el perfecto idioma del país donde se encuentran, mezclándose con el movimiento de sus cuerpos en una rebelión coreografiada. La danza de Pina es inolvidable.

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.