viernes, enero 12, 2007

Masurca Fogo

No soy entendida en danza contemporánea, pero sí me causa un profundo placer estar en su público. Admito que he aprendido a verla, como todo, hay que cultivar el paladar, afinar el ojo, el pulso para fascinarse al estar frente a un espectáculo de buena danza contemporánea, como Masurca Fogo de Pina Bausch, que ayer repletó el Teatro Municipal de Santiago y que al termnar la función, todos aplaudimos de pie por más de diez minutos. Sorprendente, compleja de una manera simple, una narración que apela a las emociones con una estructura delirante y más a medida que se va descubriendo. Una narración alejada de la literaria y del cine, incluso de la dramaturgia. La obra se sumerge en la acribia de un tema que nunca alcanzamos a descifrar, pero que intuímos desde la cantidad de emociones que se nos diaparan. Una forma simplemente exquisita, sin esa noción de sinópsis, que se da el tiempo para remecer con humor, ironía o con la eterna y sugerente duración de una canción mientas un pequeño balanceo llena el escenario. La técnica, subyace solapada en la puesta en escena, los bailarines se mueven como dioses; hacen lo que quieren. Pina Bausch recoge en Masurca Fogo el sentir vernáculo de muchas ciudades como Lisboa, Caracas, Santiago, Sao Pablo, de muchas partes y de cada una en especial. Los bailarines hablan en el perfecto idioma del país donde se encuentran, mezclándose con el movimiento de sus cuerpos en una rebelión coreografiada. La danza de Pina es inolvidable.

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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.