martes, octubre 28, 2008

28 de octubre de 1998

Mi hija no paraba de llorar, sus pasos tenían la dificultad de las lágrimas chorreándole por las mejillas hasta que caían al cofrecito de cobre y se fundían con los intensos reflejos del mediodía. Mi madre había muerto hace dos semanas y yo empezaba a sentir la paz de dejarla en sus tierras. Esa tarde las nubes avanzaban rápido, al detenerse a mirarlas se podía caer al suelo, como si se tratara de un bote. Eran pequeños manchones grises que amenazaban con explotar, contrastando con la redención del cielo azul. Mi hija llevaba el ánfora de cobre con las cenizas de su abuela mientras la seguíamos por la única avenida de la Villa Cautín camino al campo. La misa en la capilla había sido inverosímil, o por lo menos yo no podía creer que era para mi mamá. Ahí, había bautizado a mis dos niñas, a casi todos mis sobrinos, iba el cura croata a dar la comunión a los campesinos para alejarlos del vino . Ahí le enseñaba mi mamá a bordar a las mujeres. Mi madre había regalado esa construcción de tejuelas al pueblo. Hoy sabía que los recuerdos eran lo único que tenía, que se irían ordenando en prioridades hasta quedar suspendidos en una bruma dolorosa. Caminábamos a paso lento. Deseaba tragar esas visiones para luego superponer a mi mamá, como a una muñequita de papel recortable. Ibamos en silencio, nadie quería hablar. Cuando llegamos al jardín, me di cuenta que había una pequeña gruta entre los helechos y los hualles, había que dejar el ánfora, taparla y poner una virgen. Se acabó. En el jardín, los manteles blancos hacían olas en el viento. Nos sentamos como si mi mamá estuviera a punto de llegar. Comenzamos con un brindis en su nombre, seguimos con otro a su memoria, a su vida, a su simpatía, a su fortalza, a su ternura, a su belleza, a su capacidad... Al caer la tarde, me había tomado algunas botellas de Chardonay Carpe Diem. Más tarde, encaramada en una mesa entre los robles llorones, recité payas. Las palabras salían a borbotones.

viernes, octubre 24, 2008

Crisis Mundial

No podía dejar de escribir este título si todos los medios tocan el tema y comienzo a perseguirme con la absoluta inconciencia de un animal de rebaño que no reflexiona y cree todo. Es normal, con el capitalismo llega el momento en que la especulación y la usura no sostienen el sistema y los dueños del dinero comienzan a sufrir las consecuencias que luego traspasan a las personas. Es lo más práctico porque al multiplicar el número de personas individualmente, todas juntas, sostienen un peso numérico y monetario increíble, es decir diez millones de personas son capaces de aportar o de perder una suma soportable que al multiplicarse es astronómica. Entonces todos nos apretamos el cinturón, dejamos de ganar la plata de nuestra vejez o cualquier cosa de ese estilo para que los administradores sigan especulando y viviendo de la usura y del interés, como hasta ahora. Sólo que en este caso ellos se equivocaron y nosotros vamos a perder. Las explicaciones elípticas e inentendibles abundan. Otro hecho es la campaña del terror asociada; la frustración, el desamparo, la inseguridad y el miedo al futuro vienen en el mismo paquete de regalo. Los chilenos pasaremos de ser trabajólicos, a ser chupamedias con tal de conservar el trabajo que, desde ya es abusador. Vamos a dormirnos en las injusticias laborales y vamos a seguir adelante, para no perder la pega en plena crisis. Después de todo está en juego la educación de nuestros hijos, la casa propia, etc. No es poco. Los jefes podrán ejercer tranquilamente su autoridad, por fin hay algo verdadero a qué echarle la culpa para explotar con más ahínco. Esto tiene para rato, los medio anuncian dos años a lo menos. Pero a pesar que he escuchado muchos opinólogos y foros del tema todavía no entiendo por qué se generó esta crisis, cual fue el paso en falso que dieron y quienes lo dieron. Salvo el clima, las cosas no han cambiado. Qué pasó entonces. Alguien puede explicarme ¿cómo el treinta por ciento de mis fondos de pensión se esfumaron?

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.