martes, octubre 20, 2009

La Superabundancia de la Sobremodernidad.

Tenemos la sensación de estar dentro de la Historia sin poder controlarla.
Marc Augé
Una Figura de Exceso
No somos una sociedad localizada en el tiempo y en el espacio como hasta ahora lo habíamos visto históricamente, sino situada en la imaginería virtual de la superabundancia. La superabundancia es hoy el paradigma de la existencia aunque una cuarta parte del planeta pase hambre. Se expresa en la multiplicación de los referentes y en una espectacular aceleración de la información mediática. Hoy, cada quien cree en su mundo, interpreta la realidad y la carga de sentido, digamos que cada quien tiene su propia realidad. Este carácter singular del sentido y la realidad, patrocinado por la máquina publicitaria -que establece el sentido propio, instalado en primera persona, como una realidad- construye las categorías de la identidad. No existe más. No somos humildes para llevar el hilo del pensamiento. El aparato publicitario lo hace por nosotros; apuesta en nuestra conciencia, de manera absolutamente inconsciente, pensamientos hegemónicos que se internalizan de generación en generación.

Existen tres figuras del exceso en la sociedad global; la superabundancia de acontecimientos, la superabundancia de espacio (no lugares) y la individualización de los referentes. Sus combinaciones arrojan consumidores que deambulan en un tiempo inexistente, convencidos de habitar ciudades globales en cuyos epicentros se genera la verdad.

El problema es justamente esa verdad. Hoy puede ser tan verosímil como que existo, una persona con una cantidad mil veces mayor de recursos que otra. Que consume mil veces más energía de la que necesita, y cree que así está siendo absolutamente moderno. Está convencida del mundo que le grita que mientras más kilómetros, más beneficios. Convencida que al manejar las alternativas bancarias está siendo absolutamente inteligente, que al sacar la tajada más grande, es privilegiado. Está validado por el sentido común, el inconsciente colectivo, el aparato político y la economía. Estas instituciones de confianza del sistema han generado una verdad franqueada por los intereses del mismo sistema. Un sofisma que va y vuelve al cielo.

Alguien puede estar en la total defensa de sus derechos al decir que hace lo que quiere con sus ganancias, con sus volúmenes, con su patrimonio, con su poder, sin haber equiparado la tradición existencial de estar, con la humanidad entera, en esta contingencia. Sin registrar el futuro más que como una posibilidad de expansión de recursos personales, como una salvación individual de garantías.

Un empresario dueño de la línea aérea más importante del país, un canal de televisión, una isla en la Patagonia, entre otros bienes, puede llegar a ser presidente, sin obstáculos. Su paradigma puede llegar a plasmarse con nuestra realidad y comenzar a rodearnos como una niebla tóxica, en cada decisión, en cada decreto, en cada medida económica o social.

En la superabundancia nos damos el lujo histórico de estar extraviados sin siquiera sospecharlo.


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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.