sábado, septiembre 26, 2009

Café Negro

Como todos los días, esa mañana, un café negro y sin azúcar lo hacía volver al mundo al tiempo que la cuchara golpeteaba los bordes del tazón y como una alarma le anunciaba el comienzo de algo. Debía ordenar ideas, levantar ese día iba a ser un esfuerzo, de cualquier forma no iba a permitir que los pensamientos lo tironearan a la opacidad de las emociones. Sin salida, se repetía mientras el café goteaba sobre las sábanas. Parecía un comienzo, pero se prohibió la superstición. Pensó en lo absurdo de sus obligaciones, había cultivado el cinismo, componía una situación estable, pero las confusas emociones lo torturaban desde que tomaba el primer sorbo de café. Sonó su celular, sin pensarlo, pero contrariado lo tomó. En la madrugada sólo es posible escucharse a si mismo, y ése era un acto de sumisión que, como las manchas en las sábanas, parecía presagio. Lamentó no haber ejercido el derecho a salir de una realidad y entrar en otra, con tranquilidad, pero tenía el aparato encendido. Quiso estrellarlo contra la pared y olvidarse, eso le daría fuerza, sin embargo, su voz rompió el silencio.
_ Aló,
_ Buenos días, ¿hablo con el Señor Sánchez?
_ Si con él
_ Buenos días señor Sánchez, me permite una pregunta
_ ¿Dígame?
_ ¿Ha pensado usted en su futuro?
_ ¿De qué se trata?, señor…
_ Hernández, Gustavo Hernández
_ … Hernández
_ Le pregunto si ha pensado en su futuro, en el día de mañana… cuando usted ya no esté… La tranquilidad de contar con un espacio para descansar… en paz.
- …- Donde sus hijos lo visiten en un bonito entorno y no tengan que pasar por trámites innecesarios… tan dolorosos.
_ ¡¿Qué?!
_ Señor Sánchez, esta es una gran decisión y la podría tomar esta misma mañana… El Parque Memorial es un prestigioso camposanto.
Por un momento casi consideró la posibilidad, después de todo, el tipo tenía razón: un bonito lugar para descansar en paz. Había retenido la frase. Tomó el último trago de café negro y con un poco de borra en la boca le dijo:
_ Señor Fernández
_ Hernández
_ Mire, no se quién le habrá dado el número de mi teléfono personal, pero a esta altura, qué importa, el punto es quién le ha dado este trabajo. Llamar a la gente a las siete de la mañana para ofrecerle una tumba, pero se ha vuelto loco, tiene usted hijos que mantener me imagino, pero señor Fernández, es usted un imbécil.
Apretó el botón para terminar la llamada suavemente, miró el fondo de su tazón y recordó a las viejas brujas que leen el destino en la borra. Creyó ver un féretro chorreado hacerse posa al fondo y soltó la taza. Se recostó, fijó la vista en un frondoso abedul iluminado por los primeros rayos de sol y pensó que de cualquier forma, estaba ahí y no en un cajón bajo tierra, con los ojos cerrados para siempre. Llenó lo que más pudo de aire los pulmones y lo botó lentamente.

1 Comentarios:

Blogger Unknown dijo...

puede ser un imbecil pero a todos nos llega la muerte. desafortunadamente a algunos nos piensa hacer esperar...

2:50 p. m.  

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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.