martes, julio 07, 2009

¿Cómo fue que nos llevaron a las ciudades?

    Somos tantos desde que vivimos aquí en las ciudades. Ahora debemos inventarnos una identidad para no fundirnos con los otros, para ser alguien y no perdernos en el mar humano de la metrópolis. Necesitamos referentes de nosotros mismos, robarles a otros para construirnos una plataforma desde donde actuar, ser. Nos sentimos inseguros inmersos en este mar porque en él somos nadie, o todos. Esta inseguridad nos impele a reforzar nuestra identidad cada día más, a construir una estructura que nos de forma y nombre, que nos proteja y que se destaque, porque es este destacarse lo que nos asegura trabajo, sustento. Esto pasa en las ciudades, en las grandes aglomeraciones donde el vértigo acecha con borrarnos del mapa, excluirnos de nosotros mismos. Es en este vértice de nuestra historia evolutiva en donde se produce el disparo de la necesidad de identidad, concluyendo en una sobre producción de identidad o ego desmedido. Ya nadie es comunidad, equipo o humanidad. Es decir, lo que partió de una inseguridad de ser, se transforma, por un proceso metastásico, en sobrevaloración de la identidad. Así existen cada vez más personajes narcisos y egocéntricos transitando nuestras calles, atravesándose en el camino, haciéndonos perder el tiempo. Todos quieren reivindicarse, ser alguien apuntalado con un profuso anecdotario, lleno de otros nombres y de otros y de otros, fijando esas circunstancias en la vida del que escucha, pero no importa.

    Como si no bastara con existir. La ansiedad inmanente como estructura de vida. Muchos sufren de esta mutación, son las víctimas opacas del sistema que alimentamos a diario aquí en la ciudad.


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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.