jueves, febrero 01, 2007

Por vacío

Soy de la tradicional escuela de la sospecha. Cada día un militarismo más férreo. Las palabras, al igual que el sexo, alcanzan para demasiadas interpretaciones. Nada es como imaginamos y nos perdemos de lo que es, sin adornos, sin sueños atávicos. Cuesta dejar de imaginar el paradigma de la perfección. Acecha involuntario y al final del día estamos convencidos de que saboreamos la Flor Inexistente. ¿Tautología o paradoja? Lo cierto es que las palabras se estiran y nos involucran en su capacidad de estiramiento, el sexo nos hace saludables, pero es su contenido vigorizante el que trastorna los músculos y las neuronas. Contra la Interpretación de Sontang, para ir tras una pista sobre este punto, imprescindible en el cotidiano emocional.

De la Escuela de la Sospecha, paso al deconstructivismo, ver donde otros no ven, leer donde nadie escribió, ver el todo y la parte, lo dicho, lo hecho, lo pensado, lo omitido. Poner las piezas del puzzle sobre el consciente, leer el paisaje impredecible,
sin presión, sin sueños, casi, sin lectura.

Me fascina juntar joyas y binoculares pendiendo en la cabeza de una mula: Dylan, atorado con la calefacción de un viejo edificio que estornuda en rostros de mujeres. Jóvenes que les gusta la vida peligrosa y escribir de sus miserias, la Mona Lisa escuchando blues de levante. Escritura, construcción por vacío.

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.