martes, noviembre 04, 2008

La Casa Propia

Me pregunto cuándo comenzamos a soñar con la casa propia. Cuándo se impuso en nosotros esa premisa casi religiosa en cada chileno. Habrá sido un pensamiento paternalista de la oligarquía, o, y es lo más probable, la visión de una oportunidad de negocio. También pudo haber sido una copia de algún país desarrollado. Habría que seguirle la pista, pero lo cierto es que el sueño de la casa propia llegó para quedarse y desde entonces sólo se ha fortalecido entre nosotros. A mi me pareció muy bien, de hecho me quedan diecisiete años para terminar de pagar mi casa, pero a la luz de esta crisis mundial, me pregunto si era necesario que millones de personas se endeudaran por casi la mitad de sus vidas para obtener ese sueño pagando hasta tres veces el valor real de su futura casa. Hoy muchos están por perder el sueño, la crisis Subprime llevó a los bancos a rematar muchos bienes raíces y aún así no consiguieron pagar la abultada deuda traspasándosela de un banco a otro. De momento, nadie ha salido ganando, aunque siempre están los que compran barato, dejan que engorde la mercancía, y venden cuando obtienen el doble o más de ganancias. Son los mismos de siempre; aquellos que no chorrean, los que sacan la plata fuera de Chile, los que apuestan en la bolsa con nuestras cuotas, total a la hora de sacar cuentas se quedan con los réditos y el capital, ése, lo perdemos nosotros. Tal vez esa falta de solidaridad humana sea porque a esas alturas todo es anónimo, es decir no una María López o un Carlos Fernández, detrás de ninguna cifra sino que otro número como trescientos veintidós cuentas, algo así.
La casa propia puede llegar a ser una pesadilla, concretamente noches de insomnio con preguntas como: si la casa vale cien por qué pago doscientos ochenta.
Algo todavía más inquietante es que el banco no pierde, es uno el pobre mortal que accedió a sus créditos después de navegar un año por tierras infernales consiguiendo el papeleo desorbitante que piden. Lo peor es que frente a ellos tratas de ser una persona llena de cualidades y buenas intenciones, a su vez, ellos son toda sonrisa y preguntas, preguntas que se traducen en más números; cuánto entra y cuánto sale, cuántos años llevas en la empresa, cuánto vale el auto que tienes, cuántos metros de terreno tiene lo que heredaste, etc. Está bien, tienen que asegurarse. Deberíamos aprender de los que saben cómo ganar plata en grande, a nosotros nunca se no se nos ha ocurrido pedir los antecedentes financieros del banco a pesar de que vamos a dedicar casi el resto de la vida a trabajar para ellos. Nos dejamos atrapar por el marketing -el de los bancos o el de las administradoras de pensión- sin pedir un estado de situación o antecedentes, o el proyecto de sus futuras inversiones.
Conclusión: somos ingenuos, no tenemos remedio ¿o si?.

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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.