lunes, septiembre 08, 2008

Bergson Hoy

El papá de un compañero de trabajo murió el viernes pasado en la mañana, en la tarde lo acompañamos en el velorio, el sábado fuimos al funeral y hoy lunes está trabajando desde las nueve de la mañana como siempre. Sigamos en lo que estábamos que este mundo es de los vivos y no hay tiempo que perder, un minuto de silencio para respetar un duelo que sabemos puede durar años. Se espera que siga igual de eficiente aunque para eso deberá hacer esfuerzos como desviar cualquier pensamiento doloroso y orientarse a crear estrategias de mercado. La competencia es despiadada y al menor descuido gana terreno o se pierden grandes o pequeñas, oportunidades. No se estila una delicadeza como: “tómate la semana con goce de sueldo por favor, sabemos por lo que estás pasando”. Al contrario, el que hoy esté aquí es valorado, significa que tiene la camiseta puesta y un ejemplar espíritu empresarial japonés.

Pienso en la filosofía bergsoniana que propone que mientras sorprendamos a las personas en fabulación flagrante avanzamos, creamos pueblo. Significa que el concepto de sorprender es mucho más atractivo que el de la fabulación misma. Es decir, sorprenderse de la originalidad, la propia, la de otros. Lo que sale de lo predecible es lo que crea identidad y un pueblo no existe sin identidad. Es en ésa invención permanente que el tiempo, el transcurso, el devenir se conforma, es así como existimos. El punto es qué creamos, qué es lo que nuestras mentes fundan minuto a minuto, o es que estamos sujetos a una dominación hegemónica, a un determinado número de alternativas que no alcanzamos a comprender y nos entregamos a ellas sin cuestionarlo. Porque si es así, paramos de crear, somos llevados por hilos imperceptibles que no son nuestros, dominados por una religión que hoy se llama economía de mercado.

Hoy mismo diría que estoy profundamente sorprendida que mi amigo haya venido a trabajar, esto puede generar un texto como este, repudio social, un malestar intrascendente o una revolución social. O, y esta es la mayoría, admiración por la fortaleza, la entereza y el sentido del deber. Me pregunto si es esta la identidad que queremos, o que quiero; chilenos trabajólicos, perdidos y sin alma.

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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.