jueves, mayo 06, 2010

Darwin nos animalizó.

La contradicción, el cansancio, la derrota: no hay lugar para los débiles. Quien esté en situaciones humanas como estas, está destinado al repudio social o simplemente al olvido. Tenemos internalizado el progreso, el éxito, la productividad y, cada vez más, vamos en ese sentido. Este es el paradigma de la época. Cualquier cosa que se interponga es eliminada. Entorpecer el progreso humano es un acto de traición al devenir de la historia, o por lo menos eso creemos. Hoy no hay tiempo para reflexionar o aprender de un estado emocional así, tan necesario para que la humanidad se tranquilice. La ley del más fuerte se impone, la selección natural darwiniana en su versión 2.0, sigue más vigente que nunca.

Sin embargo, la debilidad brota de la fuerza. Es el eterno retorno de lo que es arriba y lo que es abajo, como Hermes Trimegistro planteó, y un par de milenios después, Nietzsche. Algo que se nos olvida cuando nos encontramos atropellados por paradigmas deshuminizantes y respondemos como computadoras a la cadena de la serialidad productiva. Se nos olvida sentir más allá de nuestros intereses primarios, respondemos a las afrentas políticas de imagen, de poder, de intereses, de pérdidas y ganancias, como micos desorientados, sin incluir -ni por un segundo- nuestra historia del pensamiento, los extraordinarios hallazgos intelectuales o emocionales. Somos como huérfanos de ideas dando palos de ciego. Parce un diagnóstico sin complacencias.

Estoy tratando de describir lo que siento cuando vengo de la cordillera al mar y voy de paso por la ciudad como turista que nada tiene que perder. Que anda con su hogar a cuestas y se extraña de tanto invento, tanta cosa inservible, tanta mercancía que va y viene y llena los espacios, las casas. Las personas se llenas de cosas también y los que no tienen cosas, quieren cosas. Las cosas llenan hasta el alma.

Los poderes fácticos se pierden en cifras. El tiempo: este día, este segundo, este instante, pasó.

Veo tiempo transcurrir hacia un desierto y deshacerse en la gravilla árida, sin retorno. Veo sueños oscurecerse en el smog. Veo números en un baile de máscaras y veo pobres entristecerse, inexorablemente.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

siii, como decía Leonardo Sanhueza en LUN 2 Marzo, pasamos de tener poco a carecer de mucho: del hambre del ciudadano a la insaciabilidad del cliente.

9:51 a. m.  

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En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.