miércoles, abril 28, 2010

Sin Cuenta

Hoy en la calle me encontré con una antigua amiga. Inmediatamente nos pusimos al tanto de los últimos veinte años en nuestras vidas. A los pocos segundos –de frentón-, hablábamos de cómo entre los cuarenta y los cincuenta las ofertas de trabajo se iban esfumando, que si teníamos trabajo ganábamos la mitad, y por supuesto, a la misma edad y rango, también la mitad que un hombre. Concluimos que casi lo mejor era meterse en la casa y no salir nunca más. Ella se veía igual, la misma vitalidad, la misma energía, sólo un par de patas de gallo sobre las sienes que le daban mucha gracia a sus inflexiones. Me acordé lo que dijo la mamá de otra amiga cuando le preguntaron cuál era su mayor deseo y respondió “volver a los cincuenta”. No dijo cuarenta, ni treinta, dijo cincuenta. Será porque a los cincuenta las personas se sienten más seguras y claras en sus ideas, porque aún tienen la vitalidad necesaria para emprender una actividad en cualquier ámbito, porque se ven atractivas y con la experiencia necesaria para no cometer los errores del pasado. A los cincuenta las mujeres están en edad de forjar cambios culturales importantes, de sacudir parámetros sociales, de imponerse inteligente y sensiblemente ante las negligencias que abundan, de seducir con sabiduría, de ser templadas, entusiastas y guapas. Por eso, cuando nos encontremos en cualquier esquina sacando la cuenta de cosas como estas es mejor detenerse. Cuánto ganaríamos si pusiéramos sobre la mesa (de luz), algunas certezas con sentido como nuestra posición política, nuestra visión social o algunas conclusiones sobre la amistad, el poder, el amor, además de las extraordinarias paradojas que hemos coleccionado. Propongo hacer pesar nuestras reflexiones más que cuando teníamos veinte años. A esa edad, convengamos, se tienen las puras ganas, hoy debemos hacer algo por el consenso, la voluntad política, el cambio social real y depende de la conciencia que seamos capaces de tener y de transmitir.

miércoles, abril 14, 2010

La Cuba que viene.

En Cuba no hay libertad, nadie podría negarlo. La sociedad cubana espera un cambio. Sin embargo, por la ansiedad contenida, ese cambio podría esconder un monstruo mucho más peligroso que la latencia de su estado actual.

Hablo de lo que acecha hace más de cuarenta años agazapado al otro lado de la represión, del monstruo que vive detrás de la cara de la pobreza y que espera la oportunidad de gritar bien fuerte ¡libertad! De ese fenómeno que ocultará siempre sus verdaderas intenciones. Hablo de la depredación, esa que consumirá la isla en menos de cinco años. Es fácil imaginar cómo van a explotar las turísticas ese enclave histórico en esa sociedad que va a perder todo a cambio de un candy.

Hoy el régimen se le ha ido en contra a los Castro, aquella debilidad permite la entrada de lo que pronto será un huracán. No hablo de hablar más fuerte, sino más claro. Un gobierno que no respetó los derechos humanos, cortó la libertad de expresión, la creatividad, y a cambio entregó dogmas hegemónicos y pobreza, no puede esperar fidelidad. Sobra el cuento de que es tuyo y te debemos. No te debemos. Como dice la canción.

Mi preocupación es el saqueo que vamos a presenciar sin chistar porque a todos nos parecerá normal. Veremos cómo se instalarán las grandes transnacionales y devastarán las playas con marcas. Veremos cómo Walmart cumplirá los sueños de los cubanos o quizá, un ya no cuestionado Marambio, lo intente otra vez. A todos nos parecerá normal. En menos de diez años visitaremos otra Cuba y muchos dirán, menos mal.

Mi pregunta es si lo que se desea realmente para Cuba es libertad o es la apropiación para generar lucro de cualquier tipo. Y perdonen lo perspicaz, en estos tiempos no se puede pensar de otra forma.

martes, abril 06, 2010

Denunciemos la arrogancia

No hay canales de tv, ni diarios. Radios: una que otra. Sé que esa sintomatología es grave, me recuerda algo. Poco a poco los ciudadanos -el real inconsciente colectivo- internalizan los hechos con el tamiz de la voz de los emisores de marcado sesgo fascista. Nos enteramos que los carabineros resguardaron el orden público como se debe en el día del combatiente, que el presidente está vendiendo sus cositas, que el Ministerio de Hacienda planea un alza “moderada” de impuestos para hacernos creer que el gobierno no está puesto con los empresarios, un mensaje tan ambiguo como decir: pasé como que vine.

Agudizar el ojo y ver debajo del agua. El nuevo gobierno viene del mundo empresarial, del marketing donde se hace lo incorrecto, pero se hace bien. Denuncio esa arrogancia desde el primer día, tengo anticuerpos históricos y mi aprensión es que casi todos los chilenos estamos condicionados a un paternalismo autoritario que dice con una sonrisa al más puro estilo guasón, cómo deben ser las cosas de aquí en adelante.

Nadie duda las dificultades de gobernar después de un terremoto que echó al suelo el ochenta por ciento de casi tres regiones, ya no hay sedes de ningún tipo, ni hospitales, ni intendencias, ni clubes sociales, ni trabajo, ni nada. Hay escombros. Desastre total. Ante este escenario quiero un poder austero (palabra casi en desuso entre los empresarios), entregado con humildad a la labor de reconstruir, con una actitud aplicada más que demagogia eficientista. Algo cercano a lo que algunos concertacioncitas pensaron cuando se pusieron a disposición para ayudar. Humildad. Actitud que jamás la vi de parte de la derecha cuando fue oposición (salvo Lavín que lo intentó sin resultados menos mal).

Los medios están en franca colusión, ninguno se sale de madre. The Clinic se lee en La Moneda, no sirve. Les da risa. Esto es serio. Dejo planteada la inquietud, tirado el anzuelo, echada la suerte.

jueves, abril 01, 2010

Edgar Morin

El revés de la tecnificación: invasión de sectores cada vez más amplios de la vida cotidiana por la lógica de la máquina artificial que introdujo en ella su organización mecánica, especializada, cronometrada y que sustituye con la relación anónima a la comunicación persona a persona. Ella tiende a hacer de la vida social una gigantesca máquina automática.

El revés de la monetarización: necesidad de sistemas crecientes de dinero para sólo sobrevivir, y la disminución de la parte del servicio gratuito, del don, es decir de la amistad y de la fraternidad.

El revés del desarrollo: carrera del crecimiento pagando el precio de las depredaciones en la calidad de la vida además del sacrificio de todo lo que no obedece a la competitividad. Más profundamente, el desarrollo surgió y favoreció la formación de enormes maquinarias tecnoburocráticas que por un lado dominan y aplastan todos los problemas singulares, concretos y por otro lado, producen irresponsabilidad.

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.