jueves, enero 29, 2009

Me libero

De la tontería de consumirse en otro, de la dependencia del lenguaje del cuerpo, de la inmovilidad frente a un interlocutor único. Del embaucamiento del delirio, del fetiche que involucra sentidos y que se materializa reiteradamente en un mechón contrastando hermético con un determinado color de pupila. Del regocijo de la carencia me libero. De un tono de voz que me levanta, como subordinada de vampiro, de cualquier escena indefectiblemente. Me rescato de la tautología de amar porque sí. Me salvo de las caídas libres, de la ceguera preliminar, del pensamiento fusionado, de los acuerdos. Me libero del teléfono, de la especificidad de mi deseo, que es el otro. Me libero de la estética oficiosa de la seducción, de la tentación de abandonarse, de la espera. Me libero del átopos como paradigma. No pienso voluptuosamente construir la utopía del sujeto sustraído del olvido.

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.