viernes, noviembre 21, 2008

Esa no es la tele, es el perro...

Qué buenos insigths, se nota que los creativos de la nueva campaña contra el consumo de marihuana saben de lo que hablan. Las situaciones más divertidas producidas por los efectos del THC, se producen con equívocos como los que recrean los nuevos spots publicitarios al aire en estos momentos. Pero la razón de esos lapsus mentales (y estas son puras suposiciones), como ellos también sabrán, es que, bajo los efectos del THC, los pensamientos se dedican a otros asuntos; más creativos, más inspiradores, y cualquier actividad demasiado concreta, anodina y cotidiana; como encender una televisión o darle comida al perro, es descartada por el cerebro, por fome. Los que fuman para hacer gimnasia bancaria, presentarle proyectos al jefe, hacer recorridos escolares, etc, lo más probable es que se manden tantos números que será imposible no pensar que perdieron la inteligencia por completo, pero es trascendental destacar, que para fumar marihuana se necesita cultura -igual que para tomar alcohol- y aquellos que la tienen, lo hacen para echar a volar, hasta donde el pensamiento y la imaginación los lleve. De ahí que muchas buenas ideas, obras y proyectos hayan sido creados bajo los influjos de esta planta. Y por último, lo más importante quizá, es que los mejores momentos de un día cualquiera pueden ser aquellos entregados a disfrutar plenamente del aire pasando por los árboles o del movimiento de las nubes bajo estos efectos encantadores, que de otra manera, la neurosis citadina no permitiría. Lógicamente alguien dirá que eso se puede hacer sin la ayuda del THC, pero he confirmado que los que la usan, son mucho más proclives a disfrutar esos espacios y ser menos neuróticos que los que no la usan. Eso si, como para muchas cosas, se necesita cierto paladar y cultura para gozar de estos beneficios.

sábado, noviembre 08, 2008

Cirugía mayor al sistema

El ciclo de baja del capitalismo se ha producido en otras épocas de la historia; desde los lombardos en Francia o los Medicicis en Florencia, las recaídas son la parte no resuelta del sistema, la que no queremos asumir y que Carl Marx preludió, quizá basado en la experiencia, hace más de cien años. Un sistema basado en papeles valor que, con los años, se ha ido arrancando con los tarros. Hoy esos papeles superan con creces a la realidad del valor.
Según los visionarios que especulan posibles soluciones, el punto a enfocarse ahora es la incorporación de todos al sistema, es decir, el empadronamiento de cada ser humano en sus respectivas naciones con el objetivo de que participen del mismo sistema. En mi humilde opinión, salta a la vista que la solución no hace más que apoyar al sistema: hagamos más capitalismo, intégrense todos: obviamente un contrasentido. La razón de la caída no es esa, sino la especulación. A la larga, es imposible que se obtenga más valor, mucho más valor, de algo que tiene cierto valor determinado.
Lo atractivo del sisitema es que es un hecho que con el capitalismo hay dinero, muchos se hacen inmensamente ricos y generan trabajo, otros viven bien y otros francamente subsisten, pero es innegable que muchos alcanzan a agarrar una tajada de la torta. Sin embargo, los pedazos son desiguales y cada día es más evidente. La porción de pedazos pequeños comienza a tomar conciencia hasta que decide hacer una revolución. La historia indica que las revoluciones cambian la realidad por algún tiempo, pero la fuerza centrípeta del capitalismo hace que todo termine siendo atraído hacia él. Esta es la rueda sin fin que todos conocemos y también sabemos que no hemos sido capaces de crear una fórmula diferente que integre y reparta con libertad, los valores producidos.
La esperanza que tengo, aunque no es mucha, es que por fin ha llegado el momento de sentarse a trabajar en serio, dejar de lado los intereses de los grandes conglomerados económicos y enfocarse en los siete mil millones de personas que habitamos este mundo.

martes, noviembre 04, 2008

La Casa Propia

Me pregunto cuándo comenzamos a soñar con la casa propia. Cuándo se impuso en nosotros esa premisa casi religiosa en cada chileno. Habrá sido un pensamiento paternalista de la oligarquía, o, y es lo más probable, la visión de una oportunidad de negocio. También pudo haber sido una copia de algún país desarrollado. Habría que seguirle la pista, pero lo cierto es que el sueño de la casa propia llegó para quedarse y desde entonces sólo se ha fortalecido entre nosotros. A mi me pareció muy bien, de hecho me quedan diecisiete años para terminar de pagar mi casa, pero a la luz de esta crisis mundial, me pregunto si era necesario que millones de personas se endeudaran por casi la mitad de sus vidas para obtener ese sueño pagando hasta tres veces el valor real de su futura casa. Hoy muchos están por perder el sueño, la crisis Subprime llevó a los bancos a rematar muchos bienes raíces y aún así no consiguieron pagar la abultada deuda traspasándosela de un banco a otro. De momento, nadie ha salido ganando, aunque siempre están los que compran barato, dejan que engorde la mercancía, y venden cuando obtienen el doble o más de ganancias. Son los mismos de siempre; aquellos que no chorrean, los que sacan la plata fuera de Chile, los que apuestan en la bolsa con nuestras cuotas, total a la hora de sacar cuentas se quedan con los réditos y el capital, ése, lo perdemos nosotros. Tal vez esa falta de solidaridad humana sea porque a esas alturas todo es anónimo, es decir no una María López o un Carlos Fernández, detrás de ninguna cifra sino que otro número como trescientos veintidós cuentas, algo así.
La casa propia puede llegar a ser una pesadilla, concretamente noches de insomnio con preguntas como: si la casa vale cien por qué pago doscientos ochenta.
Algo todavía más inquietante es que el banco no pierde, es uno el pobre mortal que accedió a sus créditos después de navegar un año por tierras infernales consiguiendo el papeleo desorbitante que piden. Lo peor es que frente a ellos tratas de ser una persona llena de cualidades y buenas intenciones, a su vez, ellos son toda sonrisa y preguntas, preguntas que se traducen en más números; cuánto entra y cuánto sale, cuántos años llevas en la empresa, cuánto vale el auto que tienes, cuántos metros de terreno tiene lo que heredaste, etc. Está bien, tienen que asegurarse. Deberíamos aprender de los que saben cómo ganar plata en grande, a nosotros nunca se no se nos ha ocurrido pedir los antecedentes financieros del banco a pesar de que vamos a dedicar casi el resto de la vida a trabajar para ellos. Nos dejamos atrapar por el marketing -el de los bancos o el de las administradoras de pensión- sin pedir un estado de situación o antecedentes, o el proyecto de sus futuras inversiones.
Conclusión: somos ingenuos, no tenemos remedio ¿o si?.

sábado, noviembre 01, 2008

Había visto un gato sin sonrisa, pero jamás una sonrisa sin gato.

Anoche me escapé del tiempo y crucé la cuidad hasta la media noche. Una vez de vuelta, me costó bajar las aspas y aterrizar en cualquier conversación. Qué podía ser más interesante que mis obsesiones. Al sacarme el abrigo, debí dejarlas en la puerta de entrada. No se elevan, están al alcance de los ojos, echadas como un perro de casa. Fingen ser tímidas, pero es el subterfugio para sentirse fuertes.
Una noche cualquiera de sushi geométrico y de vino helado, haciendo cuenta regresiva al diálogo de sordos de las imágenes que rebotan sin descanso por la ciudad, me sentí a gusto con la música. Poco a poco me fue venciendo el cansancio hasta que dormí la historia. Mañana es futuro y aunque planifique, son burbujas llegando al pasto.
Voy a la puerta de la noche del sábado y repaso. Prendo la luz y leo las proezas de las Valquirias y la cosmogonía anglosajona, germánica, goda. Somos tan antiguos que formamos el círculo de los estoicos. Los años ahora van en fuga hacia atrás, escucho el lamento de las elegías sajonas preludiando a los románticos alemanes. Caigo a destiempo para reponerme del presente. Cuelgo de la copa de los árboles y los ojos agudos de las águilas me miran como contemporáneos de este espejo.
Habito una estrella y descanso huesos de otras vidas. Cómo fue que nos llevaron a las ciudades.
Deshojo la memoria y la estiro como un paño fino y resistente. Me reconozco en una milésima de infinito. Me expando en un paisaje de sentido. Me sumerjo en la Vía Láctea, en la parte oblicua y miro la Cruz del Sur, diviso a través de las nebulosas, el otro extremo de la Gran Espiral.

En el trópico de la escasez, ningún negocio supera al viento.